miércoles, 23 de julio de 2014

Cuando todo va mal, llega el duelo para el médico

“La ciencia tiene una característica maravillosa, y es que aprende de sus errores”. Ruy Perez Tamayo


Este post no trata de casos clínicos a diagnosticar, de artículos científicos ni de novedades terapéuticas, si no que intenta resumir en unas líneas un proceso por el que antes o después todos los médicos pasamos.
Me refiero a esos casos en los que, a pesar de esforzarnos, todo sale mal. Pacientes que pese a nuestros esfuerzos se mueren, dejándonos una sensación de inconsistencia que nos acompaña y condiciona nuestra manera de ver las cosas.

En mi corta experiencia laboral, me he fijado en que estas situaciones conllevan una serie de cambios o efectos en el médico que los sufre:

Da igual que todo se haya hecho según los protocolos, que no haya ningún error diagnóstico ni terapéutico, que nos digan los compañeros que no se podía hacer más. Todos, como médicos y seres humanos, pasamos por una fase de incertidumbre, de preguntarnos si hemos hecho todo bien, si faltaba algo, si el paciente podría haberse salvado si el médico hubiera sido otro,…

Este proceso es un fiel reflejo del propuesto por Kübler-Ross en 1969;

  • Negación: No puedo creerme lo que ha pasado, no puede ser que se haya muerto
  • Ira: ¡Esto es una mierda! ¡ No es justo que me pase a mí!
  • Negociación: Bueno, vamos a ver, tengo que repasar qué hice y ver si me equivoqué o estaba todo bien.
  • Depresión (Y miedo?): ¡Uff! Vaya trabajo, aunque haga todo bien los pacientes se mueren, para eso no merece la pena venir ni estudiar. Tenía que haberme hecho “…” (futbolista, cantante, notario,…)
  • Aceptación: En fin, estas cosas pasan, al menos a algunos sí los consigo curar o ayudar.


Es cierto que este proceso no es igual en todos nosotros. Cada uno, de acuerdo a su carácter, afrontará esta situación de una manera diferente. 

Unos, los más tranquilos o reflexivos enfocarán esta situación desde un punto de vista analítico, revisarán de manera exhaustiva los protocolos, guías, artículos y demás literatura relacionada. Preguntarán a compañeros propios y ajenos acerca del proceso, intentarán  saber si hubo algún error. Si consiguen controlar este proceso, saldrán reforzados, mejores médicos, más formados.  Estarán más atentos, quizá hiperobservadores de estos pacientes, pero su juicio no se vera afecto.

Si por el contrario la situación se escapa de sus manos, la tendencia a la reflexión se volverá en duda, las decisiones en indecisiones y todos los pacientes que semejen al primero crearán un clima de ansiedad que tardará en desaparecer. Todos conocemos compañeros que en situaciones concretas se dejan llevar por el temor y sobrediagnostican o sobretratan al paciente consecuencia de sus miedos o fantasmas previos.

En este primer grupo de médicos, la negociación es el punto principal del proceso mientras que el final del mismo lo marca el conseguir pasar de la depresión a la aceptación o no.

Por el contrario, los  médicos más lanzados, irreflexivos o decididos tenderán bien  hacia la radicalización de su decisión, volviéndose más agresivos o invasivos médicamente o bien hacia un punto de mayor  moderación.

Seguirán siendo lanzados o proactivos, pero los pacientes que les traigan a la cabeza recuerdos del finado actuarán de freno en su práctica. En esos pacientes, la confianza natural se volverá frágil y los nervios, algo desacostumbrado en este perfil de médico, se volverán más superficiales. Al final ,la manera de hacer frente a estas situaciones  determinará si mejoran o se estancan en su práctica clínica.

Este segundo grupo tiene el riesgo de pasar desde la ira hasta la depresión sin el escalón de negociación.  Casi igual de peligroso sería pasar directamente desde la ira a la aceptación.

Conocer el proceso nos hará más conscientes de los riesgos que conlleva. Nos ayudará a comprender a los compañeros que pasan por este tipo de situaciones, a prestarles nuestro apoyo y a recibir el suyo cuando nosotros seamos los afectados.

Nos hará, en el fondo, mejores médicos y personas.

Aún así, los cambios perduran. Con los años, todos llevamos en la mochila nombres y caras de pacientes vistos quizá años atrás pero de los que aún somos capaces de recitar analíticas, tensiones, exploraciones…  

Aprender a convivir con ellos es parte de nuestro trabajo de médicos.




3 comentarios:

  1. Me ha encantado tu entrada.
    Es cierto, todos hemos pasado por esas sensaciones.
    Por eso cada vez estoy más a favor de las sesiones de morbimortalidad. Repasar los pacientes que no han ido bien. Desde la humildad, sin reproches, sin culpas, para APRENDER. Porque de todo se aprende.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario, está claro que a todos nos queda mucho por aprender y una buena forma de intentar hacerlo es desde la empatía y el repasar con los compañeros casos que han ido mal.

      Eliminar
  2. Muy muy bueno este artículo; a la par que necesario. Estoy al cien por cien de acuerdo con las palabras de Carlota! Todxs debemos aprender de nuestros errores. No somxs héroes ni heroínas, sino humanxs, con nuestros fallos...pero para ello está el aprendizaje, y por supuesto la humildad.
    Gracias de nuevo .

    ResponderEliminar